lunes, 24 de marzo de 2014
Crítica: "Sacrificio", de Andrei Tarkovski
miércoles, 5 de marzo de 2014
Crítica: "Las aventuras de Peabody y Sherman"
Canis universalis
Publicada en El Antepenúltimo Mohicano
A muchos, el nombre del Señor Peabody les sonará de aquel especial de Halloween en el que Homer Simpson viajaba en el tiempo con una tostadora. El personaje en cuestión, un perro gafotas acompañado de un niño pelirrojo igualmente gafotas, aparecía en mitad de uno de los viajes temporales de Homer, a modo de homenaje de Matt Groening a las aventuras animadas del Señor Peabody, una de sus fuentes de inspiración en sus comienzos. De hecho, es muy probable que la mayoría del público sólo conozca al cánido en cuestión por el guiño, y no por su producto original. No en vano, éste ha permanecido cincuenta años acumulando polvo y olvido en un viejo baúl. Desde 1964, el último año de emisión de la serie animada de variedades El show de Rocky y Bullwinkle, de la que el Señor Peabody constituía uno de sus personajes invitados más recurrentes. La serie se mantuvo cinco años en antena en Estados Unidos, pero nunca fue un hit. Lo que no le ha impedido ejercer una gran influencia sobre grandes animadores posteriores, como evidencia ese pequeño tributo de Groening. El personaje resulta, cuando menos, exótico. Un perro superdotado que se construye una máquina del tiempo y se dedica a visitar, junto a su hijo adoptivo Sherman (un niño humano adoptado por un perro), lugares y personajes históricos. El Señor Peabody es un trasunto canino del homo universalis, el Hombre Renacentista. Además de inventor, está versado en artes, letras, ciencias, cocina, negocios y deportes. Y fue ganador de un Premio Nobel y dos medallas olímpicas. Lo que lo convierte en todo un reivindicador de la dignidad perruna frente a las Lassies sumisas a los humanos del mundo.
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