martes, 23 de noviembre de 2010

Palabras que matan

Inaugurando el blog. Y qué mejor manera de hacerlo que con un articulito sobre el poder de la palabra (escrito originalmente para el Máster de ABC, Redacción de Opinión).

"Si hablamos de matar, mis palabras matan"
(Matador, Los Fabulosos Cadillacs)

La palabra es un arma de largo plazo. No nos interesa la forma de los punzones que mataron a Julio César o el calibre de la pistola que silenció a John Lennon. Las armas, blancas o negras, tienen un efímero instante de protagonismo que muere para siempre.

Las palabras también son armas. Actuán como un veneno que mata lenta pero eficazmente. No pueden reventar el corazón de un hombre, pero sí toda su fama. Las palabras que son armas actúan como un veneno incansable, un sambenito que marca sin distinción a vivos y muertos.

No sabemos cómo eran los punzones que llevaron a Julio César a la tumba, pero las palabras ¿Tu también, hijo mío? son una losa inamovible sobre la tumba de Marco Junio Bruto. Un traidor prototípico al que César sentenció para siempre con unas palabras que han dejado esculpida su reputación.

El revolver calibre 38 especial que se llevó a John Lennon es un accidente en su vida. Pero los versos Nothing to kill or die for marcarán para siempre al asesino Mark David Chapman, un muerto en vida al que matan sin descanso las armas eternas de John Lennon: sus palabras.

Las palabras son armas para dominar una pequeña parcela del mundo. Si las palabras son tus armas y las usas eficientemente, tendrás a millones de personas de todo el mundo escuchando Imagine una y otra vez a pesar de que lleves treinta años muerto. Si las balas y los puñales son tus armas, tendrás a millones de personas en todo el mundo utilizándote como ejemplo de todo lo negativo que hay en el mundo. No se puede silenciar a las palabras, sólo al mensajero.

En 1973, el cantautor chileno Víctor Jara murió asesinado por las fuerzas represivas del gobierno de Augusto Pinochet. Silenciaron su voz, pero no sus palabras. Pese a los esfuerzos de la dictadura golpista, hoy cualquiera puede leer el último poema que escribió en prisión.

Somos cinco mil
en esta pequeña parte de la ciudad.
Somos cinco mil
¿Cuántos seremos en total
en las ciudades y en todo el país?
Solo aquí
diez mil manos siembran
y hacen andar las fábricas.
¡Cuánta humanidad
con hambre, frío, pánico, dolor,presión moral, terror y locura!


El epitafio no escrito de Pinochet puden ser torturas, asesinatos y terror. El de Víctor Jara bien podría ser el verso de la canción de Los Fabulosos Cadillacs, inspirada en el cantautor: Si hablamos de matar, mis palabras matan.

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