miércoles, 4 de mayo de 2011

Charles Dexter Ward, el atormentado


H.P. Lovecraft, autor de "El caso de Charles Dexter Ward"



H. P. Lovecraft era un tipo muy particular. Enfermizo, solitario, extremadamente introvertido, misógino y racista. Una personalidad que su universo literario retrata a la perfección: sus protagonistas, siempre masculinos, no tienen amigos ni pareja y nunca son felices.

Uno de los alter ego más fieles a sí mismo que el escritor de Providence creó fue Charles Dexter Ward. Un joven de familia rica que vive con sus padres, solitario y tímido, interesado por saberes antiguos y apartado de la realidad que le rodea. Se trata del protagonista de "El caso de Charles Dexter Ward", una novela corta que Lovecraft publicó en 1928. El argumento sigue la línea habitual del autor: Ward va introduciéndose en la magia negra y la alquimia hasta que llega a un punto en el que descubre un terrible secreto que es incapaz de asumir. Pero ya no puede revertir lo que ha desatado con sus indagaciones.


En "El caso de Charles Dexter Ward", el peso del pasado oculto -un tema recurrente en Lovecraft- está muy presente, a través de un tatarabuelo del protagonista que desencadena la historia: Joseph Curwen, un brujo que experimentó con la resurrección de los muertos y que, como todos los "malos" de Lovecraft, quería traer de vuelta al mundo a unos dioses antiguos y terribles, los Primigenios. Sin embargo, sus experimentos terminaron con el clásico populacho con antorchas arrasando su laboratorio. Charles Dexter Ward, obsesionado por la figura de su tatarabuelo, retoma sus investigaciones, aprende magia negra y logra resucitarlo. Pero el revivido asesina a Ward, que no sabía nada de dioses primigenios, y suplanta su personalidad para volver a sus prácticas maléficas.

"El caso de Charles Dexter Ward" tiene cerca de una docena de adaptaciones al cine. La mayoría estiran demasiado el significado del "basado en". Pero existen dos que conviene rescatar, ligadas a dos nombres fundamentales del cine fantástico y de terror: Roger Corman y Dan O'Bannon.

Corman es la piedra angular del terror serie B de los años cincuenta. Adaptó al cine casi todos los relatos de Edgar Allan Poe, siempre con el mismo actor protagonista: el gran Vincent Price. El estilo de Corman era de puro romanticismo gótico: tormentas, casas encantadas y personajes angustiados cuya psicopatía se va desatando poco a poco ante el espectador. O'Bannon es también una firma ligada al terror serie B, aunque tres décadas después: en los ochenta. Su nombre saltó a la palestra tras escribir el guión de "Alien", y su estilo bebe del maestro John Carpenter: artesanía de calidad para toda la familia. Ese cine que parece tan fácil hacer, y que es tan difícil de encontrar.

Además del terror de serie B, tanto Corman como O'Bannon tienen algo en común: de vez en cuando les gustaba reírse del género que tanto cultivaron. El debut de Corman es una excepcional comedia sobre una planta carnívora parlante: "La pequeña tienda de los horrores", que reclutó en su reparto a un entonces desconocido Jack Nicholson. Y sus últimas adaptaciones de Poe rozaban lo paródico, como la inclasificable "La máscara de la muerte roja". O'Bannon, por su parte, firmó la primera comedia sobre zombies de la historia del cine: "El regreso de los muertos vivientes", una cinta deliciosamente pasada de rosca, con zombies que hablan sobre el dolor que les produce estar muertos y punkies como protagonistas.

Pero a Lovecraft se lo tomaron en serio. Sus traslaciones a la pantalla de "El caso de Charles Dexter Ward" son solemnes, rigurosas y sombrías. Dos películas de factura clásica, sin grandes innovaciones, realizadas con la sabiduría de directores por cuyas manos han pasado kilómetros de rollos de celuloide. Las dos reflejan a la perfección el estilo del cine de terror serie B de su época.

Roger Corman hizo su versión en 1963, cuando ya había rodado todas las historias famosas de Edgar Allan Poe y la calidad de sus películas empezaba a decaer. De hecho, vendió su versión de "El caso de Charles Dexter Ward" como una adaptación de "El palacio de los espíritus", de Poe, y la tituló así. En los 60, Lovecraft era un autor casi olvidado, y Corman prefirió aprovechar el tirón comercial que en aquel momento tenía Poe.

Sin embargo, el argumento se acerca más a la historia que ideó Lovecraft. El resultado es una curiosa simbiosis entre los estilos opuestos de Poe y Lovecraft. La mansión encantada y la fotografía de tonos oscuros remiten al primero, la presencia de la brujería y la importancia de las leyendas rurales son propias del segundo.

Lovecraft detestaba a Poe. Y desde luego, sus estilos son opuestos. En Poe, lo terrorífico está en la mente de sus personajes, en la depravación a la que un ser humano puede llegar. No le interesan las leyendas ni el folclore del pasado. En Lovecraft, el terror viene de fuera, de dioses y fuerzas más antiguas que el hombre, y que éste no puede controlar ni comprender. En su caso, la historia y el pasado -sus secretos- tienen toda la importancia.

En "El palacio de los espíritus", Corman eliminó esta oposición y fundió las dos tendencias. Su Charles Dexter Ward, encarnado por Vincent Price, acude a una mansión familiar que ha heredado de su tatarabuelo, Joseph Curwen: un brujo que, al ser quemado en la hoguera, maldijo a los descendientes de sus verdugos. Al llegar al pueblo, los habitantes -los descendientes malditos- le advierten que no vaya a esa casa. Ward los ignora, y tras descubrir un retrato de Curwen en el que comprueba que son físicamente idénticos -esto es de Lovecraft-, empieza a notar la influencia de su antepasado. Hasta aquí la parte lovecraftiana: magia negra y un pasado oscuro que vuelve al presente.

Pero Ward no se interesa los experimentos en magia negra y alquimia de su antepasado. Es Curwen, cuyo espíritu "flota" en la mansión, el que trata de poseer el cuerpo de Ward. Esto es algo que se acerca más a Poe: un fantasma que provoca la lucha interior de un Ward desconcertado por lo que está pasando en su mente. La interpretación de Vincent Price, por cierto, es fascinante. Nadie le ha superado en su papel prototípico, que en este caso repite: el "malo" que no puede evitar ser malo.

Corman introduce además otra variable totalmente nueva en una historia lovecraftiana: mujeres. Su Joseph Curwen, no quiere despertar a los dioses primigenios, sino a su amada mujer. Y quien se da cuenta de que Charles Dexter Ward está actuando como si no fuera él no son sus padres -como en el argumento original, en el que Ward no tenía pareja ni amigos-, sino su esposa.

Treinta años después del estreno de "El palacio de los espíritus", las cosas habían cambiado mucho. Los dúplex de barrio residencial de clase acomodada habían sustituido a las casas encantadas como escenario del cine de terror. Poe ya no estaba de moda, y Vincent Price era carne de nostálgicos -Tim Burton lo rescató del olvido con su papel en "Eduardo Manostijeras"-. Los zombies y la ciencia ficción eran la nueva tendencia.

En esta época, Dan O'Bannon destacó sobre todo como guionista -excepto por "El regreso de los muertos vivientes", que también dirigió-. Escribió pequeños clásicos de ciencia ficción -"Alien, el octavo pasajero", "Invasores de Marte"- y de zombies -"Muertos y enterrados", "Fuerza vital".

Al igual que Corman, su adaptación de "El caso de Charles Dexter Ward" llegó cuando su estilo empezaba a estar trasnochado: en 1992. La llamó "The resurrected", y su apuesta fue cien por cien lovecraftiana en una época en la que el escritor de Providence estaba de moda por su cercanía a la ciencia ficción. O'Bannon escribió un guión que seguía fielmente la historia original, aunque también sustituyó a los padres de Ward por su mujer en el rol de personaje que sospecha de sus cambios de personalidad.

"The resurrected" retoma además un personaje fundamental en Lovecraft: el narrador de la historia, testigo directo de todo. En "El caso de Charles Dexter Ward" era un psiquiatra que vigilaba a Ward a petición de sus padres. En la película es un detective privado al que contrata la mujer de Ward. En ambos casos, tiene un papel activo en el argumento y descubre todas las maquinaciones de Ward. Es la parte más "científica" -alquimia, experimentos con muertos, monstruos abominables-, que Corman optó por suprimir.

O'Bannon añadió algo de cosecha propia: que el Curwen resucitado necesitaba sangre y carne cruda en grandes cantidades para sobrevivir, lo que permitió alguna escena de canibalismo zombie y mucha sangre, que seguro encantó a los adolescentes que iban al cine a asustar a sus novias.

"The resurrected" aún resulta una película muy actual. Tan actual que es presa fácil para un remake de los que tanto gustan en un Hollywood sin ideas para el cine de terror, que apenas ha evolucionado desde los ochenta. Con la diferencia de que el estilo que antes era serie B es ahora mainstream. Por el contrario, "El palacio de los espíritus" solo puede verse como cine clásico bien facturado. Todo en ella remite a la nostalgia. Nostalgia por unos actores pre-Stanislavsky, por directores-artesanos de gran inteligencia, o por esas historias de mansiones y fantasmas que hoy huelen a baúl húmedo.



Charles Dexter Ward, encarnado por Vincent Price en "El palacio de los espíritus"









Charles Dexter Ward, encarnado por Chris Sarandon en "The Resurrected"

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